"A causa del virus del VIH que he contraído, tengo que retirarme de los Lakers... Hoy".
Y así, en 16 palabras, el 7 de noviembre de 1991 el mundo perdía la
sonrisa. Y no una cualquiera. Una tan grande como la que siempre lucía
el máximo exponente del showtime, el gran mito del baloncesto como
diversión. Magic Johnson se transformó a los ojos del planeta, pendientes de su declaración, en Earvin, el hombre que comenzaba un duro camino fuera de las canchas.
A
menudo el gran público suele olvidar que detrás de todo deportista de
élite hay una persona. La que apareció aquel maldito día de noviembre en
el Forum de Inglewood, el recinto que tantos días de gloria había
vivido gracias al 32 de los Lakers. El que ahora comparecía
serio, seco, impactando al mundo del deporte mientras exponía su
enfermedad con las palabras de las que disponía, sin poder dar muchas más explicaciones. Sólo una, que quiso dejar muy clara: "No tengo sida, pero sí el VIH".
La década de los 80 dejó tras de sí el horror del sida en todo el
mundo y estigmatizó a los enfermos y portadores del virus. Catalogada en
aquellos primeros años como una epidemia que afectaba a homosexuales y
drogadictos, la comparecencia de Magic sirvió para concienciar a
la población mundial de que su azote no era era exclusivo para ningún
colectivo, sino un problema que afecta a todos: "Estoy aquí
para decir que eso es algo que puede ocurrirle a todo el mundo. Incluso a
mí, a Magic Johnson. Voy a convertirme en portavoz de esta enfermedad.
Estoy dispuesto a luchar".
El que pudo ser el último partido de Magic Johnson fue un Lakers-Joventut que se jugó en París. La final de aquel Open McDonald's se quedó clavada en las retinas de aquellos que la vieron.
La Penya, con un excepcional Jordi Villacampa a los mandos y a los
puntos, estuvo a punto de dar la gran sorpresa y derrotar a los de
púrpura y oro. El 116-114 final deja clara la igualdad del duelo, tras
el cual los NBA volvieron a L.A. Allí, a Magic le esperaba un
reconocimiento médico previo a firmar el contrato que le colocaría como
el jugador mejor pagado del equipo.
Un diagnóstico inesperado
Los Lakers estaban concentrados en Utah, donde iban a jugar un partido de exhibición previo al inicio de la competición. Pero, al poco de aterrizar, una llamada cambió la vida de Magic para siempre: "Tienes que volver a Los Ángeles. De inmediato". El Dr. Michael Mallman fue el encargado de darle una mala noticia que no supo asimilar. "¿Qué significa esto? ¿Me voy a morir pronto?", fueron sus primeras preguntas. Los médicos le tranquilizaron y le explicaron en qué consistía el hallazgo, pero le aseguraron que debía dejar el baloncesto, ya que el alto ritmo de competición podría debilitarle demasiado el sistema inmunológico.
Un diagnóstico inesperado
Los Lakers estaban concentrados en Utah, donde iban a jugar un partido de exhibición previo al inicio de la competición. Pero, al poco de aterrizar, una llamada cambió la vida de Magic para siempre: "Tienes que volver a Los Ángeles. De inmediato". El Dr. Michael Mallman fue el encargado de darle una mala noticia que no supo asimilar. "¿Qué significa esto? ¿Me voy a morir pronto?", fueron sus primeras preguntas. Los médicos le tranquilizaron y le explicaron en qué consistía el hallazgo, pero le aseguraron que debía dejar el baloncesto, ya que el alto ritmo de competición podría debilitarle demasiado el sistema inmunológico.
"Jugué contra los mejores de
los mejores, como Michael Jordan y Larry Bird. Y siempre pensé que había
sido lo más difícil de mi vida. Pero estar viajando a casa para decirle a mi esposa Cookie que tenía el VIH... Ese fue realmente el momento más duro",
reconocía años después. En esa conversación con la mujer que esperaba
un hijo suyo tuvo que confesar sus infidelidades, su promiscuidad. Pero
se alivió al saber que Cookie estaba bien y libre del virus.
Dos
semanas después de aquella conversación con el Dr. Mallman, Magic no
había vuelto a entrenar con sus compañeros y las especulaciones y los
rumores iban a más. Era la hora de dar la cara. Antes de aquella rueda
de prensa apenas un puñado de personas conocían la noticia. Entre ellos, sus grandes rivales: Bird, Jordan e Isiah Thomas. Pero escuchar a Johnson confirmar los malos presagios que nadie quería creer fue un shock para todos.
Desde
aquel 8 de noviembre, Earvin luchó por conocer y dar a conocer su
enfermedad. Se convirtió en la cara de muchas campañas de información y
prevención y volvió a calzarse las botas para disputar el All Star de
1992. Además, fue convocado para formar parte del Dream Team en los Juegos de Barcelona, a pesar de la oposición de algunos jugadores temerosos de contagio por culpa de la desinformación de la época.
Tras una breve vuelta las canchas en la temporada 95-96, dejó definitivamente el baloncesto, tras una carrera con cinco anillos de campeón, 12 participaciones en el All Star y una nueva forma de entender el baloncesto. Su ejemplo y su supervivencia sirven de inspiración a quienes batallan hoy día contra el VIH.